11/1/11

La Teoría del Cambio

Parece ser que hay gente que se levanta un día y decide que va a cambiar su vida.

Yo no lo hago así. Yo voy, encuentro un cambio, y si me gusta me lo quedo. Simple, ¿eh?

Una vez encontré un libro. De hecho, el propio libro avisaba de que había libros que le cambiaban la vida a uno y lo hacían crecer de repente… y me enfadé con el escritor por ser más listo que yo y aún encima restregármelo. Luego ya me molestó un poquito menos porque me di cuenta de que el vacile era para los que no pillaban lo que estaba pasando, no para los que se dejaron cambiar la vida. Al fin y al cabo es mi escritor favorito, y no solo yo lo considero un genio.

Otra vez me fui de viaje y vi algo más de mundo. ¿Sabéis esa escena de Piratas del Caribe dónde se dice que el mundo se hacía más pequeño a medida que el mapa se rellenaba? Yo pensaba que era pequeño por eso mismo. ¿Qué gracia tiene ir a Australia si solo lleva un día, todo el mundo te entiende cuando hablas y solo pisas el hotel y el centro turístico? Pero no. Salí de casa y el planeta volvió a ser grande y a tener interés. Todo era encantadoramente diferente.

Pero lo que más me gusta es cuando encuentro personas. Adoro que me hagan cambiar. Porque eso significa que encontré alguien que me resulta interesante y que he llegado a querer. Eso es porque me enseñaron algo nuevo, y probablemente porque me gustó como me sonrieron.

Y pensando, eso que hago de vez en cuando, me encontré con que en realidad, más que mi vida, lo que había cambiado era yo. No es que lo hubiera decidido, no conscientemente. Bueno, lo intenté una o dos veces, pero no me salió bien. Funcionó cuando dejé de intentarlo y empecé a recoger oportunidades y a quererme un poco.

No quiero que llegue el día en el que todo vaya tan mal que necesite forjarme un cambio de la nada. Estar tan desesperada por huir de mi misma que tenga que decidir a dónde ir y apostar por esa opción única, como si por el hecho de ser diferente me tuviese que hacer feliz. Llámame cobarde.

Pero con mi método me va bien.

9/1/11

Representación


Quisiste que te odiara... Pero no te salió bien.






P.D: Encontré por internet adelante algo nuevo: el nanorrelato. Al principio no me pareció gran cosa tener solo diez palabras para contar algo. Luego leí unos pocos y comenzó a tener más sentido. Decidí probar suerte…¿Funcionó?

8/1/11

De genio y rubí (2)

Nuestro día empezó hacia media mañana, cuando desde su estratégica posición en la barra Ricardo registró mi cara de pánico.

Se estaba muriendo de la risa mentalmente, lo podía ver a pesar de su expresión compuesta y su elegante pose. No hizo pues más que confirmar mis irritantes sospechas cuando levantó su libreta (un cuaderno moleskine negro, claro) y la sostuvo el tiempo justo para que me diera tiempo a leer la frase en mayúsculas por encima del hombre de mi desesperado cliente.

QUIERE TÉ. CON LECHE.

Aliviada, logré cortar el discurso a base de gesticular como si intentara parar el tráfico y repetir OK-OK en serie.

-Gracias.-Vocalicé en su dirección una vez que el hombre pareció aplacado y conseguí huir.

Pasé a la siguiente mesa, agobiada por el trabajo y las caras de descontento que se me habían acumulado en aquellos diez minutos. Un tipo con unas entradas muy poco disimuladas a pesar de la construcción modernista que había intentado apañar con gomina y con lo que le quedaba de pelo exigía su cuenta desde hacía un rato que parecía estarlo matando.

-No hay de qué.-Dijo Ricardo cuando llegué correteando a la barra e hice un momento para ponerle delante, ya sin preguntar, su acostumbrado café solo y sacar de debajo de la mesa el libro que me había dejado la semana anterior y que esperaba por él en una bolsa de plástico que lo protegía de las manchas potenciales de la cafetería.

-Empiezas a leer más o más rápido.-Comentó satisfecho mientras lo apartaba para acercarse el café.

-Si tú lo dices…-Fue mi distraída respuesta mientras consultaba el tiempo de infusión en la caja y apartaba la bolsita alarmada al ver que era menos tiempo del que yo había previsto.

-No irás a llevarle eso, ¿verdad?

Paré en seco, confusa, siguiendo su mirada hacia la bandeja.

-Sí, ¿por?

-Pidió té con leche. No té y leche. La idea es el té y una jarrita con leche fría al lado. No el té y un vaso de leche caliente. Por favor, si hasta le has puesto el azúcar dos veces. ¿Por qué no le llevas un café? Cualquier cosa es mejor que esa horrorosa mezcla embolsada a base de colorante. Es el equivalente a café de máquina de parking subterráneo.

Me abstuve de cuestionar que la localización de la maquina pudiera añadir algo a la calidad de la bebida. Bueno, quizás sensación de… cutrez. Sacudí la cabeza. El caso era que estaba demasiado ocupada habilitando la leche fría y deshaciéndome del resto. Lamentable, pero hasta él sabía cómo hacer mi trabajo mejor que yo.

-No le puedo llevar café si ha pedido té. Está bien que sepas inglés y como preparar uno, pero darle al cliente lo que pide es algo bastante básico. Idea simple que hasta yo he captado sin muchos problemas.-Aunque no podía arriesgarme a no hacerle caso por simple cabezonería, mi dignidad estaba un poco tocada y no pude resistir a destilar algo de sarcasmo.

-En realidad llegó un momento a partir del cual empezó a recitar todas las bebidas que sabía señalar en inglés con la esperanza de que entendieses alguna. Créeme, apreciará más el café, te sale especialmente bien.-Deseché el patético intento de aplacarme con un bufido.-Me pregunto si será noruego. Me tiene pinta de noruego.

Por toda respuesta le di la espalda, admitiendo a regañadientes que parecía imposible contestarle mal sin que tuviera algo que añadir, cargando el té en dirección al extranjero.

-Sandra…

-¿Si?

Me volví con la lentitud amenazante de quién está al borde del arranque de ira y es peligroso.

-Solo es una sugerencia, pero si le llevas el ticket puedes ahorrarte problemas intentando cobrarle. Estoy seguro de que le será más fácil leer el precio que a ti pronunciarlo.

~*~


4/1/11

Cuando el mundo aún era grande...

Las aulas estaban todas cerradas con llave. En realidad, el pasillo no tenía nada de especial.
Bueno, quizás si. Se suponía que no podíamos estar allí.
Una vez que pasara el tiempo, sería mi turno de hacer la E.S.O.-pasando todos los días por esos pasillos, subiendo esas escaleras- y entendería del todo porqué les había hecho tanta gracia a los mayores que les pidiésemos un mapa. Bueno, si se podía ser tan generoso con aquel trozo de hoja de libreta pintarrajeado con aquellas lineas tirando a rectas, pintadas con boli bic sobre el respaldo de un asiento del bus.
Recuerdo haberme encogido de hombros al oír que era una tontería querer investigar un terreno del que iba a acabar aburrida en pocos años.
Pero tenía curiosidad, y eso basta de sobras a los diez años, ¿no es cierto?
Así que teníamos un plan. Teníamos un mapa. Y teníamos varias horas aburridas, cuando en el colegio estaba vacío a excepción de los pocos alumnos que sufríamos el comedor escolar.
Había dos puertas. Una tenía un pestillo interior que nos convenía más bien poco, pero que, por suerte, estaba abierto. La ley de Murphy no se asoma realmente hasta que cumples los 16, como mucho. Era mucho más discreta que la otra, en pleno patio y al lado del profesor que cuidaba de nosotros.
O lo intentaba, claro.
Así que, después de vigilar que la sala de profesores estuviese tan vacía como debía, nos escabullimos a prisa escaleras arriba.
Los últimos pisos poco ofrecían de especial. Como ya nos habían anticipado en un intento de dejarnos contentas, el despacho de la aterradora jefa de estudios era una sala con ventanas verdes de cristal opaco, la única del colegio cerrada a cal y canto entre las aulas normales.
Las vistas a partir del tercer descansillo eran realmente bonitas.
Y allí acaba el cuento.
Bajábamos ya la mitad de las escaleras cuando oímos el taconeo, rápido y enérgico.
No, no había planes de fuga A y B. Eso fue algo que aprendí a tener en cuenta a partir de aquel momento.
Optamos por la improvisación obvia... echando a correr escaleras abajo, pegadas a la pared para que no se nos viese desde el hueco, como si nos persiguiese algo.
En el minuto escaso que nos debio llevar bajar, aunque de aquella pareció muchísimo más tiempo, se me ocurrió que si estaba cerrada la puerta del gimnasio estábamos perdidas. Por no mencionar de que si salíamos corriendo por la otra, al profesor le iba a extrañas bastante y nos señalaría con prisas en cuanto llegara nuestra misteriosa sombra preguntando por los alumnos que estaban donde no debían.
Así que cogí a mi amiga del brazo en medio del pasillo y la obligué a pararse en seco.
Nos alcanzó una profesoras bajita y malhumorada, y que, aunque por entonces yo no lo sabía, sería la jefa de estudios unos años después. También me dio clase cuando la buena vida dejó de serlo y el sistema educativo me impuso las clases de física. Llegué a ser su alumna favorita.
Pero para eso faltaba mucho. Sufrí con una estoicidad de la que aún estoy orgullosa el interrogatorio. No, no eramos nosotras las que bajábamos las escaleras. Si, las habíamos visto correr en dirección al patio. ¿Qué que hacíamos allí? Faltaba poco para que llegaran los compañeros del autobús, y los estábamos esperando.
Nos despachó de vuelta al patio. Allí no se podía estar. Nos disculpamos y salimos de allí.
Fue un buen susto. Siempre me dió pánico que me riñera un profesor. Con todo, fue una pequeña aventura, más bien sospecho que esperaba que nos pillase alguien. La huída- que eso es lo que fue- fue lo único emocionante del asunto.
A veces echo de menos aquellos tiempos en los que el mundo aún era grande y todo eran preguntas. Cuando mentir para escaquetearse era ser traviesa y no caradura. Ya ni siquiera me hablo con aquella chica desde hace mucho, mucho tiempo, aunque era mi mejor amiga.
Aún arrepintiendome de no haber sido más irresponsable cuando aún estaba a tiempo, sin daño y risas como aquella vez, me alegro de haber crecido como lo he hecho.
Nunca me he dado un golpe equivocándome, asi que, en el fondo, para mí el mundo sigue siendo un gran patio de juego.

Autoconvencerme de que el mundo es completamente aburrido y gris, como dice tanta gente, sería un duro golpe para mi moral, no me extraña que haya tanto infeliz en el mundo.

Es una promesa que me he hecho a mi misma. El mundo es un asco, pero yo no pienso darme cuenta nunca, nunca.

Imaginadme más pequeña, infantil, rubia y con el pelo corto y en uniforme de colegio azul oscuro, repitiéndolo obstinada, sacudiendo la cabeza de lado a lado.

Si, era rubia. Guardadme el secreto ;)